CAPÍTULO 4
TRABAJO PARA
HOMBRES Y MUJERES
Los hombres
sembraban, recogían y secaban el tabaco, mientras las
mujeres, contratadas por dos grandes empresas –Espinoza y
Tayrona–, lo seleccionaban, prensaban y empacaban; lo
que le dio una incipiente cultura fabril al pueblo.
HABÍA
ABUNDANCIA Y PAZ
Edita Garrido,
una delgada mujer que pasa los 40 años, de ojos negros
vivaces y una sonrisa a la que le asoman unos cuantos
dientes, recuerda estas épocas como las mejores de su vida:
“Todos los días estábamos allá hasta las 4 de la tarde.
Éramos 80, tal vez 100. En medio del trabajo nos relajábamos
con los cuentos de Julia Gómez, una compañera que nos
entretenía tanto, que varias veces la echaron, pero tenían
que volver a llamarla, porque el trabajo no era lo mismo sin
ella”. Edita dice que no se conocía el hambre y que
la abundancia era tal, que el rico del pueblo, Don Eloy
Cohen, mataba una vaca día de por medio y vendía hasta
el cuero. La gente tenía dinero para comprar lo básico, y
aun más.
CAPÍTULO 5
LOS DEMONIOS
ASECHABAN CONTRA LA PAZ Y A ABUNDANCIA
La prosperidad
había hecho que la guerrilla pusiera sus ojos en El Salado.
Los frentes 35 y 37 de las Farc hostigaban con
frecuencia a la decena de policías que mal armados
intentaban defenderse, hasta que un día vino un helicóptero
y se llevó para siempre a los agentes. Así, El Salado quedó
expuesto a su suerte y a las Farc. Los saladeños probaron el
amargo sabor de la violencia guerrillera, que ya se había
extendido por todo el país y que incluso tenía acorralados a
muchos pueblos.
COMENTARIO:
¿Hay corrupción en la fuerza pública y políticos en
Colombia? Por lo menos, hasa ese año 2000, la respuesta
hasta de un retrasado mental es: ¡Corrupto!
¡Corrupto! ¡Corrupto!
GUERRILLEROS
DISCÍPULOS DE SATANÁS, PUES ESTABAN ROBANDO, EXTORSIONANDO,
MATANDO Y DESTRUYENDO
Empezaron las
extorsiones a los campesinos más pudientes. Santander
Cohen –hijo del patriarca Eloy Cohen– se negó a pagarles
y de inmediato se convirtió en objetivo militar. Cohen tenía
una estrecha amistad con el teniente coronel Alfredo Persán
Barnes, comandante de un Batallón de la Infantería de
Marina, y recurrió a él en 1995, cuando sintió
que estaba acorralado en el pueblo y que la guerrilla
definitivamente lo mataría. El coronel Persán entró a El
Salado a rescatarlo, pero cuando salía, a sólo unos minutos
del pueblo, fue
emboscado por los insurgentes. Murieron Cohen y Persand, el
teniente
Tony Pastrana
y 27 infantes de Marina. Uno de los mayores reveses
de los que tenga memoria la Armada. Esa acción dejó una
marca indeleble en El Salado. En adelante, este sería
considerado un pueblo guerrillero, incriminado por no haber
advertido a los militares la cruenta trampa que había
tendido el jefe guerrillero ‘Martín Caballero’. El
ataque también fracturó la vida comunitaria. Mientras
algunas personas mantenían trato cotidiano con los
milicianos de las Farc que permanecían en el pueblo, otras
empezaban a sentirse agobiadas por los secuestros, las
vacunas y las injusticias que cometían los guerrilleros.
CAPÍTULO 6
GANADEROS
ASESINOS INICIAN ÉPOCA DE TERROR
Pasó poco tiempo
antes de que ocurriera la primera masacre. En 1997 un
grupo armado, enviado al parecer por ganaderos de la zona,
con lista en mano, asesinó a cinco personas, entre ellas a
la maestra del pueblo. En cuestión de horas El Salado se
había convertido en un pueblo fantasma. Absolutamente todas
las familias salieron desplazadas, con sus trastos y sus
animales, a la espera de garantías para regresar. A los tres
meses, la Armada se instaló por unas semanas en el pueblo y
poco a poco las familias retornaron. Para entonces, El
Salado quedó reducido a la mitad de lo que era. La guerra
había traído consigo la pobreza. Las tabacaleras se fueron y
las incipientes exploraciones de petróleo y gas fueron
suspendidas.
CAPÍTULO 7
LA FARC
LADRONES DE GANADO
La tensión se
hizo más envolvente a finales de
1999, cuando los campesinos que trabajaban El Salado
y sus alrededores vieron cómo las Farc arreaban unas 400
reses con la marca inconfundible de Enilse
López,
una poderosa empresaria del chance que para entonces ya era
temida por todos en
Magangué, ciudad a orillas del río Magdalena, que
quedaba justamente a espaldas de El Salado. La ‘Gata’,
como la conocían todos, se movía como pez en el agua entre
los políticos de
Sucre y
Bolívar. Cuando su ganado desapareció de la finca Las
Yeguas, Policía y militares emprendieron la inútil
búsqueda. El ganado había pasado por El Salado, y de allí
desapareció. La Policía pensaba que las Farc lo habían
repartido entre los campesinos en lotes de cinco o seis
reses, y compartido ganancia con ellos.
OBJETIVO DE
DIABLO, DONDE QUIERE TEMOR EN VEZ DE PAZ
En diciembre de
ese año, un helicóptero desconocido sobrevoló el pueblo y
lanzó unos panfletos en los que decía: “Cómanse las gallinas
y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no
van a disfrutar más”. Y en enero, un campero fue
detenido en la carretera, y asesinados sus cuatro ocupantes.
CAPÍTULO 8
LLAMADA QUE
SALVA A UN AMIGA
Delcy Méndez,
quien llevaba más de una década como enfermera de El Salado,
pensó que no aguantaba más cuando recibió una llamada de una
amiga de Cartagena quien le advirtió: “Salte de El Salado
porque algo va a pasar”. Entonces cogió su ropa y, sin
pensarlo dos veces, se fue para
Carmen de Bolívar. Como en un cuento de García Márquez,
ella dice: “No sabíamos qué iba a pasar, pero sabíamos que
algo estaba por suceder”.
CAPÍTULO 9
REUNIÓN DE
ASESINOS CERCA DEL MAR CARIBE
A principios de febrero ‘Juancho Dique’, el
jefe de sicarios de los paramilitares en
Sucre,
recibió una llamada de Rodrigo Mercado Peluffo, ‘Cadena’,
su jefe, ya para ese momento el hombre más temido en las
sabanas y el golfo de Morrosquillo. ‘Cadena’ le
ordenó a ‘Juancho Dique’ que reuniera unos 60 hombres en la
finca El Palmar de
San Onofre, a unos pocos
minutos del mar Caribe. ‘Juancho Dique’ supo desde ese
momento que se trataba de algo grande, un combate masivo con
la guerrilla, o una masacre.
CAPÍTULO 10
NUEVO MIEMBRO
EN LAS CONVIVIR
‘Dique’
había nacido en 1971 en
Córdoba,
en una familia campesina supremamente pobre. Siendo muy
joven empezó a rebuscarse la vida como minero, hasta que
ingresó al Ejército. De allí había salido en 1996
para vincularse de tiempo completo a una Cooperativa de
Seguridad –Convivir– que habían fundado los ganaderos de
Sucre con apoyo de la Primera Brigada de Infantería de
Marina, apostada en Corozal, y cuyo jefe era ‘Cadena’,
un ex informante de los militares.
DE CONVIVIR A
PARAMILITARES Y NARCOTRAFICANTES
Según cuenta
el propio ‘Dique’, en 1997, cuando las Convivir fueron
prácticamente ilegalizadas, ‘Cadena’ y sus hombres se
apoderaron de San Onofre. Se habían convertido en una
estructura paramilitar que recibía órdenes de Carlos
Castaño y Salvatore Mancuso, que mantenía fluidas
relaciones con
militares, policías, ganaderos y políticos, y que estaba
haciendo del narcotráfico por el Golfo de Morrosquillo
el negocio más jugoso de la región.
Vea el actual Golfo de Morrosquillo
CAPÍTULO 11
RODEANDO EL
SALADO PARA LA MATANZA
‘Juancho Dique’
era el jefe militar de ‘Cadena’, por eso era el comisionado
para la misión que habían ordenado Castaño, Mancuso y ‘Jorge
40’: entrarían a El Salado a desterrar a la guerrilla y
todos los pobladores, y dejarían instalado allí un grupo de
los paramilitares.
La noche del
15 de febrero salieron de San Onofre en dos
camiones por la carretera principal que conduce a Cartagena,
y en la madrugada se encontraron cerca de Carmen de
Bolívar con otros dos grupos de paramilitares,
todos estrictamente uniformados, con armas automáticas,
granadas de fragmentación en las cananas y munición de sobra
en las charreteras. Uno de los grupos venía de Magdalena,
enviado por ‘Jorge 40’, y estaba bajo órdenes de un
paramilitar llamado ‘Amaury’. El otro grupo de
paramilitares venía de
Córdoba,
al mando de 5-7. El jefe de toda la operación era un
antioqueño conocido como ‘H2’ o John Henao, cuñado de
Castaño, cuya principal misión, una vez ingresaran a El
Salado, era recoger todo el ganado que encontraran,
atravesar el río Magdalena y dejarlo, seguramente, en las
sabanas de ese departamento.
Una vez
reunidos los tres grupos, planearon la entrada por sitios
diferentes. Un grupo entraría a El Salado por la
carretera principal de El Carmen. Otro haría el
ingreso por
Ovejas,
siguiendo la vía Flor del Monte y Canutalito, y el último
llegaría por un sitio conocido como La Reforestación.
En total, unos 300 hombres,
guiados por cinco
desertores. “Según entiendo, se habían entregado a la
Infantería de Marina, y de ahí se los entregaron a
‘Cadena’”, asegura ‘Dique’.
CAPÍTULO 12
AVANZADA DE
MATANZA SIN PIEDAD
Los camiones
fueron abandonados en las carreteras grandes. El recorrido
hasta El Salado, según el plan trazado, se haría a pie por
los caminos veredales. De esa manera irían recogiendo el
ganado y matando a quienes encontraran a su paso. La orden
era entrar sin piedad y hacer una tenaza sobre el pueblo. En
cuestión de pocas horas, el grupo de paramilitares que iba
bajo órdenes de ‘Juancho Dique’ y ‘Cadena’ había matado a 19
campesinos, casi todos ahorcados con sogas, o degollados con
cuchillos, para que el ruido de los fusiles no alertara a
los vecinos. ‘Cadena’ se ubicó en una finca conocida como
La 18, y allí instaló una especie de hospital de campaña
y de abastecimiento de armas y víveres que le traerían por
helicóptero Mancuso y ‘Jorge 40’.
EN EL VALLE LA
MUERTE
Amaury
había entrado por la vía principal, dejando tras de sí una
estela de terror y muerte. En la mañana del 16 de
febrero, los paramilitares detuvieron en la carretera a
uno de los camperos que cada día hacían el viaje entre El
Salado y Carmen de Bolívar. En el carro iban,
entre otros, Edith Cárdenas, una mujer líder y
reconocida por todos en El Salado. Según testimonio dado
días después por María Cabrera, promotora de salud
que también iba en el carro, los paramilitares miraron los
hombros de Edith y los vieron marcados y asumieron que era
una señal inequívoca de que la mujer cargaba morral, y que
era guerrillera. En realidad, eran las marcas del uso de
camisetas escotadas, para lidiar el calor de la zona.
“¡Habla Edith,
habla. No te quedes callada!”, le gritaba María, pero Edith
no pudo hablar del miedo. La mataron. A ella y a los demás.
Sólo María y otro pasajero pudieron escapar por los
rastrojos, corriendo desesperados para salvar sus vidas.
Para entonces ya
las Farc se habían percatado de la incursión y habían salido
hacia la carretera, a combatir con las autodefensas. Pero
muy pronto se dieron cuenta de que los paramilitares eran
muchos, tenían apoyo aéreo y que los estaban cercando.
Mientras tanto en
el pueblo la inquietud crecía. Por una llamada telefónica
alguien supo que el campero que salió de El Salado nunca
había llegado a su destino en El Carmen. Luego empezaron a
llegar campesinos que huían despavoridos de las veredas que
los paramilitares estaban arrasando. Los habitantes de El
Salado, llenos de pánico, se reunieron sin saber qué
decisión tomar. Muchos emprendieron la huida sin pensarlo
dos veces. Otros entendieron que el desplazamiento era
inminente cuando vieron a los guerrilleros de las Farc
corriendo en retirada. Habían perdido hombres, tenían varios
heridos y estaban buscando refugio en el monte. Uno de ellos
alcanzó a decirles a los habitantes de El Salado:
“Corran, corran que vienen a acabar el pueblo”.
CAPÍTULO 13
LOS QUE
ESCAPARON DE LA MUERTE
Teresa Castro
y David Montes, una pareja que a pesar de los
infortunios parece feliz, fueron de los primeros que
emprendieron la retirada. “En el camino a Arenas nos
reunimos en un caney de tabaco como unas 100 personas. Los
niños lloraban de hambre y sed. Queríamos devolvernos, pero
cuando oímos los tiros y supimos que estaban matando a la
gente en los caminos, nos tiramos al monte. Duramos dos días
caminando sin nada que comer. Me desmayé y les pedí a los
demás que siguieran. Pero no me dejaron, y al fin pudimos
salir”, cuenta Teresa.
MUERE UNA NIÑA
DE 6 AÑOS
El camino fue tan tortuoso, que Helen Margarita Arrieta, una
niña de apenas 6 años, murió deshidratada mientras le
imploraba a una vecina que le diera agua. Pero en esas
tierras no había ni una gota de líquido. Sólo el inclemente
calor de la Costa.
POR INOCENCIA
O POR HAMBRE REGRESARON AL LUGAR DE MUERTE
Por temor a morir de hambre y de sed muchos regresaron al
amanecer del 17 de febrero. Unos a empacar sus
enseres y salir definitivamente. Otros, apegados del viejo
proverbio de que quien nada debe, nada teme. Una de las que
regresaron fue Leticia. “Habíamos dormido en el monte
y mis hijas suplicaban por comida, así que volvimos, después
de que el lechero nos dijo que en El Salado no habían
entrado los paras”, recuerda.
En medio de la zozobra por los disparos que se oían a lo
lejos, pasaron las aproximadamente 200 personas que aún
quedaban en el pueblo ese jueves 17 de febrero. La
aparente calma se vino a romper el viernes a las 9 de la
mañana, cuando de repente vieron el pueblo lleno de
hombres armados. No hubo tiempo de huir. “Estamos en El
Salado ¡no joda!. Salgan, partida de guerrilleros, que todo
el mundo se muere hoy”, gritó uno de los paramilitares, y
Leticia, que estaba en el lavadero, empezó a llorar
porque desde ese momento supo que la tragedia tan anunciada
ya era inevitable. La muerte se cernía sobre El Salado.
CAPÍTULO 14
COMO DEMONIOS
HAMBRIENTO DE SANGRE Y DESTRUCCIÓN
“Cuando llegamos a El Salado mandamos a recoger la gente y
la reunimos en la plaza, junto a la iglesia. Los desertores
señalaban a los guerrilleros y los íbamos ejecutando”, dice
sin sombra de conmoción ‘Juancho Dique’. “Llegaron
tumbando puertas”, recuerda Leticia, con voz
temblorosa. A empellones, el ‘Gallo’ la sacó a ella y
a su familia del rancho donde vivía. Una vez en el atrio de
la capilla, vio con estupor que su hijo estaba ya en el
grupo seleccionado por los paramilitares. Con lágrimas en
los ojos, y sacando valor de donde no tenía, les gritó a sus
verdugos: “conduélanse de esa alma”, y señaló al muchacho.
Por alguna razón que aún no entiende, su hijo salió ileso.
Del cuerpo, pero no del alma, pues todavía no se recupera de
todo lo que vio esa tarde.
Las súplicas de Leticia se vieron interrumpidas por
el espectáculo de Nayibis, arrastrada por la calle
principal del pueblo. “La guindaron de un árbol y con las
bayonetas de los fusiles la degollaron”, reconoce el
paramilitar ‘Dique’ en su versión libre.
Mientras tanto, un helicóptero que volaba bajito ametrallaba
las casas del pueblo. En una de ellas murió destrozado por
una bala Libardo Trejos, quien se escondía junto a
varios vecinos, y cuya sangre bañó durante todo el día a una
niña de 5 años, que desde ese día no ha vuelto a hablar ni
se ha recuperado del trauma.
Las víctimas,
según testimonios de los sobrevivientes recogidos por
SEMANA, fueron elegidas al azar. Algunos porque fueron
señalados por los desertores de las Farc. Otros, como
Francisca Cabrera, porque tenían mucho miedo. Otros sin
explicación, como Ever Urueta, que sufría de retraso
mental y fue torturado sin piedad para que supuestamente
confesara que pertenecía a las Farc.
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CAPÍTULO 15
EL RELOJ DE LA
MUERTE
Las muertes se producían cada media hora. La gente estaba
bajo el sol inclemente, de pie, viendo cómo se llenaba de
cadáveres la plaza, y como los paramilitares festejaban su
‘hazaña’. Los paramilitares sacaron los tambores, las gaitas
y los acordeones, y con cada muerto, hacían un toque. Era un
ambiente de corraleja, donde las fieras tenían la ventaja y
las víctimas estaban indefensas.
Los paramilitares recién reclutados pedían a sus superiores
que les permitieran disparar, como si fuera un privilegio.
“Ellos me decían: ‘deme la oportunidad, quiero darle de baja
a una persona...’”, entonces yo se la daba, contó ‘Juancho
Dique’.
Como si fuera poco, violaron a una mujer varios hombres en
fila. Se ensañaron en las mujeres. A algunas de ellas les
metieron los alambres donde se seca el tabaco por la vagina.
A todas las insultaron diciéndoles que eran las amantes de
los guerrilleros.
CAPÍTULO 16
BOTÍN DEL
INFIERNOS Y DISCÍPULOS DEL DIABLO
Mientras ‘Dique’, el ‘Tigre’, el ‘Gallo’
y el resto de los paramilitares se regodeaban en la
humillación y el castigo a la gente, el comandante de la
operación, ‘H2’, consumaba la tarea principal que se
le había encargado. Tenía casi mil cabezas de ganado
recogidas y empezó la marcha con ellas, guiado por el
administrador de la finca Las Yeguas, de donde habían sido
robadas las reses de la ‘Gata”.
Al caer la noche,
en la cancha yacían 18 cadáveres. El sol inflamó los cuerpos
muy pronto y los cerdos, atraídos por la sangre, empezaron a
devorarlos. Cuando los paramilitares dieron la orden de irse
a dormir a las casas, muchos encontraron a sus familiares
muertos en las calles o en los mismos ranchos. El número de
víctimas ese día, sólo en la parte urbana de El Salado,
ascendía a 38. Y en los alrededores ya llegaba a 28.
Esa noche nadie durmió, nadie comió, nadie bebió. Y nadie
habló. El silencio sólo fue interrumpido por las cigarras,
el viento que levantaba los techos y las voces de los
paramilitares que patrullaron toda la noche. Lejos se oían
de vez en cuando disparos y risas.
CAPÍTULO 17
BORRACHERA DE
DESPEDIDA
Al amanecer los paramilitares seguían allí. Parecía que la
pesadilla nunca acabaría. Parecía que se hubiesen quedado
para siempre. Entonces, mordiendo el polvo, la gente sacó
mesas para poner sus muertos, abrieron la iglesia y
arrumaron allí los cadáveres para salvarlos de los animales
y del sol. Empezaron a cavar fosas en silencio, mientras los
paras saquearon las tiendas y empezaron a beber y a bailar.
Pasadas las 4 de la tarde se escucharon unos disparos al
aire. Era la señal de la retirada. Empezaron a salir,
borrachos, advirtiéndoles a los sobrevivientes que deberían
irse y no regresar jamás.
CAPÍTULO 18
LAMENTO Y
LLORO
A las 5 la gente pudo por fin llorar a sus muertos. Se
abrazaban unos a los otros, gritando, revolcándose en el
suelo de tristeza. Maldiciendo y pidiendo castigo. Los
perros, que habían estado callados todo el tiempo, empezaron
a aullar desesperados.
El desplazamiento empezó de inmediato. Atrás dejaban un
pueblo herido de muerte. Élida Cabrera, que acababa de
enterrar a su hermana, sólo atinó a pensar: “Colombia es un
país corrupto. En cinco días no hubo nadie que nos ayudara”.
CAPÍTULO 19
MANCHA,
DESHONOR, VERGÜENZA DE LAS FUERZAS PUBLICAS DE COLOMBIA -
UNA GRAN MANCHA POR LIMPIAR
Una hora después de que los paramilitares abandonaron el
pueblo llegó la Infantería de Marina. Ya eran las 6 de la
tarde del sábado 19 de febrero. La incursión había empezado
el martes. El miércoles, ya el Hospital del
Carmen de Bolívar estaba atendiendo a los que habían
huido por los montes. Todo el mundo sabía que estaban
matando a la gente de El Salado. Menos las autoridades.
Ledys Ortega, una joven líder de El Salado que ahora
actúa como inspectora de Policía, fue una de las que
encendieron las alarmas. “El alcalde no nos escuchó. Por el
contrario, cerraron la carretera y no dejaron pasar a
nadie”. La troncal de la costa empezó a taponarse por las
decenas de familiares que se agolpaban allí buscando
desesperadamente entrar por sus propios medios a El Salado,
y ver qué estaba pasando. La Cruz Roja, los
noticieros de televisión, todos estaban allí. Pero nadie
pudo pasar. Los militares simplemente dijeron que la
carretera estaba minada. Y que no tenían helicópteros
disponibles para una operación aérea.
CAPÍTULO 20
LOS SOLDADITOS
DE PAPEL
El viernes 18 de febrero a las 8 de la noche, cuando
ya la masacre estaba consumada y los paramilitares llevaban
tres días cerrando su tenaza sobre El Salado, en la
gobernación de
Sucre se hizo por fin un consejo de seguridad,
encabezado por el entonces coronel de la Armada Rodrigo
Quiñones y el gobernador encargado, Humberto Vergara,
reunión que bien puede pasar a los anales de la historia
como la conjura de la infamia.
CAPÍTULO 21
UN POQUITO DE
JUSTICIA
Según reposa en el acta, el primer punto tratado fue la
información del DAS sobre el robo de 500 reses
pertenecientes a Miguel Nule Amín y a la esposa del
ganadero Joaquín García, en la zona rural de San
Onofre. Tanto el gobernador, Eric Morris –hoy
condenado por pertenecer a grupos paramilitares–, como el
senador Álvaro García Romero –detenido y acusado de
paramilitarismo y de la haber participado en la masacre de
Macayepo– y el propio
Nule Amín –aliado de los paramilitares– le habían
pedido a la Armada, según testimonios de los oficiales, que
movieran tropas para buscar un ganado que nunca se encontró
y de cuyo hurto tampoco hubo denuncia formal. Hoy muchos de
estos oficiales piensan que el robo nunca existió y que sólo
fue una coartada para desviar la atención de los militares y
la Policía.
(Vea encarcelamiento de Miguel Nule
Amín en la Masacre Macayepo)
CAPÍTULO 22
EL PASTORCITO
MENTIROSO
En el tercer punto (en el acta falta el segundo) del consejo
de seguridad se informa que el 16 de febrero, cuando
empezaba la incursión a El Salado, la Policía vio un
helicóptero Bell, azul y blanco artillado, cerca del río
Magdalena y que por acción de la Armada y la Fuerza Aérea
este fue inmovilizado, que los tripulantes se identificaron
como miembros de las AUC y que luego incineraron el aparato.
El helicóptero llevaba munición, y quienes lo piloteaban
nunca fueron capturados. Hoy se sabe por testimonios de los
desmovilizados que el piloto era Andrés Angarita, ex
oficial de la aviación del Ejército, que llegó a tener un
alto rango en las autodefensas, y que ya fue asesinado. El
otro, según testimonios, era ‘Jorge 40’. Lo que nunca
se ha sabido es por qué no fueron capturados, si es que el
aparato fue inmovilizado, ni cómo lograron sobrevivir, si es
que fue derribado, como dice la Armada.
Ese mismo miércoles 16 de febrero, cuando se
empezaron a ver movimientos de paramilitares y cuando ya
había en varios corregimientos cadáveres de campesinos
degollados, la Policía había reportado estas muertes que,
por sus características, eran propias de una masacre. Sin
embargo, en el consejo de seguridad se advierte que “el
número de levantamientos que hizo el CTI es de nueve y no se
descarta que aparezcan más muertos producto del
enfrentamiento entre las AUC y el 37 frente de las Farc”.
El consejo de seguridad se cierra con una conclusión
demoledora: “Los delincuentes de las AUC emplearon en sus
actos delictivos a guerrilleros de las Farc que los guiaron
hasta los campamentos del Frente 37”... “La modalidad de
realizar actos delictivos de civil por parte de los
bandoleros de las Farc les permite confundirse con la
población civil y pasar a ser campesinos en el momento de un
enfrentamiento armado”...
CAPÍTULO 23
LOS MUDOS, LOS
CIEGOS Y LOS SORDOS
Había evidencias de que estaban asesinando civiles y de que
era una masacre escalofriante. Aun así, todas las
autoridades allí reunidas prefirieron creer que se trataba
de combates entre grupos armados. Basados en esta hipótesis
–o cortina de humo–, no hicieron nada diferente a esperar.
Teoría que nadie, excepto ellos, creyó. Por eso finalizan la
reunión diciendo: “Los medios de comunicación, por su afán
de tener la primicia, no manejan informaciones oficiales;
por el contrario, multiplican el drama de las familias y
desinforman a la opinión pública”.
En los precarios y manipulados procesos judiciales nunca se
ha probado la complicidad de autoridades civiles y
militares, o de ganaderos en esta matanza. En cambio sí hay
muchos testimonios y documentos que demuestran que hubo
complicidad, sobre todo en la retirada.
‘Juancho Dique’ narra así el repliegue: “Salimos en
tres camiones como Pedro por su casa... ‘Cadena’ ya
tenía todo arreglado”.
El 23 de febrero, cinco días después de la masacre,
cuando ya todo el gobierno estaba en el ojo del huracán por
la increíble negligencia con la que había actuado, la Armada
reportó la captura de 11 paramilitares. Efectivamente se
trataba del grupo que llevaba el ganado rumbo al Magdalena y
que encabezaba el cuñado de Castaño, ‘H2’. Un año después,
‘H2’ se fugó de la
cárcel Modelo, por la puerta principal y, desde
entonces vivía al lado de Castaño, junto a quien fue
asesinado en 2004.
CAPÍTULO 24
LOS QUE LE
VENDEN SU ALMA AL DIABLO Y LOS DEMÁS ANDAN EN TEMOR
No sobra decir que la justicia nunca encontró pruebas para
vincular con la masacre a nadie que tuviera rango militar o
poder político. Sólo ahora, cuando en las versiones libres
de Mancuso, ‘Juancho Dique’ y el ‘Tigre’,
y los testimonios aún temerosos de las víctimas, se empieza
a conocer que en esta matanza convergieron intereses
económicos de gamonales que veían amenazado su patrimonio
por las acciones de las Farc, de narcotraficantes que
querían controlar el territorio que unía el sur de Bolívar
con el mar Caribe y que era clave para sus negocios,
intereses de autoridades que querían derrotar a las Farc
mediante la guerra sucia, y de políticos que ya tenían en
curso un plan de control total de la Costa. Todo esto junto
hizo posible esta barbarie sin límite.
Jairo Castillo, más conocido como ‘Pitirri’,
el principal testigo de la para-política, aseguró en una
declaración en la Corte Suprema de Justicia que la ‘Gata’
instó a Mancuso a recuperar su ganado. Pero aún no se
ha investigado si el ex gobernador
Eric Morris, el senador
Álvaro García y el
ganadero Miguel Nule Amín intentaron desviar a los
organismos de seguridad. O si estos, sencillamente por
complicidad o incapacidad, permitieron la masacre que
castigaba a un pueblo que les era adverso y con el que
tenían una deuda de sangre.
El frente 37
las Farc se mantuvo en la zona rural de El Salado hasta
el año pasado cuando ‘Martín Caballero’ murió en
combates con la Infantería de Marina. El balance final es
que en El Salado y sus alrededores
hubo 66 muertos.
Las víctimas saben que más allá del ganado o de la disputa
de territorio entre guerrilla y paramilitares, había
intereses estratégicos de mucha gente sobre El Salado.
CAPÍTULO 25
EL HUMILDE Y
LOS SOBERBIOS
Hace pocos meses (año 2008) el coronel de la Infantería de
Marina Rafael Colón, quien después de esta masacre
combatió sin tregua a los paramilitares, y en especial al
temible ‘Cadena’, pidió perdón públicamente por las
omisiones que en el pasado hubiese cometido la Armada y que
propiciaron esta masacre, y otras que ocurrieron antes y
después. Pero este tímido acto de contrición fue
desautorizado en pocas horas por sus superiores, que
sintieron herido el honor militar. Aun así, su labor ha sido
fundamental para que algunos pobladores retornen a este
pueblo y a otros de los Montes de María, y que muchos de
ellos vuelvan a confiar en las fuerzas militares.
CAPÍTULO 26
LOS HERIDOS DE
CUERPO Y ALMA
A El Salado han retornado cerca de 400 familias que saben
que su pueblo jamás volverá a ser lo que fue. Otro tanto de
personas se han postulado como víctimas para ser reparadas y
siguen de cerca las declaraciones de los paramilitares que
cometieron los crímenes más atroces contra ellos. Pero las
heridas son profundas y difíciles de curar.
La guerra en todo caso acabó con una comunidad que tenía en
la tierra una promesa de progreso. Algo que seguramente
podrán disfrutar otros. Pero no quienes nacieron y vivieron
allí.
CAPÍTULO 27
SUEÑOS POR
REALIZAR - EL PRINCIPIO DEL FINAL DE ESTA NOVELA
Desde el año pasado (2007), una empresa de sísmica busca gas
y petróleo en El Salado, según dicen los especialistas, con
buenas perspectivas. La muerte de ‘Caballero’, la seguridad
democrática y el retorno han revalorizado las tierras.
Empresarios y ganaderos antioqueños ya han comprado más de
15.000 hectáreas para ganadería o biocombustible
Curiosamente, un
mes después de la masacre, en marzo del año 2000, en
otro consejo de seguridad las autoridades locales reportan
que la zona ha recobrado la calma. Y que había buenas
noticias. Inversionistas estaban viendo en la región un gran
potencial para sembrar palma de aceite. Cultivos que al
parecer nunca llegaron.
Quizá tenga razón Eneida Narváez, líder representante
de las víctimas de El Salado, quien en su silla de madera,
con algunos manojos de tabaco secándose a sus espaldas, dice
con toda convicción: “Todos los desplazamientos los hace la
tierra”.
Publicado en Semana.com 08/30/08
LISTA DE CONDENADOS
POR LA JUSTICIA |
Eric Julio Morris
Taboada |
representante, ex alcalde, ex gobernador. 6 anos de
prisón y 2,000 salarios mínimos de multa. Obligados
a pedir perdón en Feb/2013. Vea:
CARACOL NOTICIAS |
Álvaro García Romero |
ex
senador del Partido Colombia Democrática. Condenado
en feb/2014 a 40 años de prisión. Estubo 25 años en
el Congreso. (El Tiempo 23.02.2010) |
Y que mucha gente
en la impunidad,
escapados de la
Justicia Terrenal,
pero no de la
Justicia Divina. |