Wilson Mantilla, sobreviviente de esta masacre
ocurrida en el corregimiento santandereano recuerda
los espeluznantes sucesos ocurridos a la Comisión
Judicial de la cual era parte y que fue asesinada
por grupos de autodefensa. El 18 de enero de 1989
se encontraba una instrucción criminal de 15
trabajadores judiciales, 14 hombres y una mujer en
embarazo*, repartiendo citaciones a indagatoria y
haciendo preguntas a los habitantes de La Rochela,
municipio de Simacota en
Santander, con el fin de averiguar acerca
de la masacre y desaparición de 19 comerciantes en
1987.
A este caserío donde se encontraban, en la mitad
del camino entre Bucaramanga y Barrancabermeja,
llegaron más de 25 hombres fuertemente armados que
vestían de camuflados y se identificaron como
miembros de las FARC. Éstos les preguntaron las
razones de su estancia en el lugar y aseguraron que
tenían información para colaborar en el
esclarecimiento de los hechos que investigaban.
“Al principio nos dieron mucha confianza, nos
ofrecieron apoyo y seguridad. Por eso no dejamos de
hacer nuestra labor”, dice Wilson Mantilla, uno de
los integrantes del grupo judicial, pero a las 11 de
la mañana regresaron diciendo que se acercaba el
Ejército y los metieron a todos a la inspección de
policía de La Rochela. “Ahí todos pensábamos, pero
no hablábamos”, recuerda Mantilla.
Con artimañas y presión, los amarraron,
asegurando que se trataba de la forma cómo los
protegerían de una emboscada del Ejército. Les
pidieron que se montaran en las camionetas en que
habían llegado, desarmados, y los trasladaron 3
kilómetros en dirección a Barrancabermeja en un
sitio conocido como La Laguna. “Ahí en los carros ya
no estábamos tranquilos, pero nadie comentaba nada,
aunque creíamos que máximo nos quitaban los
expedientes”, cuenta Mantilla.
Los dos carros, conducidos por los hombres
desconocidos y escoltados por otra camioneta,
pararon de golpe. Uno de los hombres se bajó, caminó
hasta una colina, e hizo una seña, de inmediato otro
pegó un tiro al aire como anuncio de que no había
moros en la costa. De repente, empezó el tiroteo,
más bien una ráfaga sin tregua, como lo describe
Mantilla como si fuera ayer, que acribilló a los
quince funcionarios sentados adentro de los
vehículos.
“Uno ya sabe que se va a morir, ya en esa
situación se siente cierta tranquilidad de que uno
no va a morir solo, de que está rodeado por los
compañeros “, relata Mantilla. Uno de los momentos
que Mantilla recuerda con más precisión y dolor fue
cuando su compañera Mariela, que estaba embarazada,
le rogó a quien le apuntaba con el arma: “no lo haga
por favor”. Sin embargo, nada más que la orden de
asesinarlos tenían en mente.
Poco a poco los fueron bajando al piso para
darles un tiro de gracia, lo que no sucedió con
Wilson Mantilla, Manuel Libardo Díaz y Arturo
Salgado, acaso por creer que estaban muertos.
Heridos, con el pánico de tener la muerte enfrente y
la respiración contenida, estos tres hombres
sobrevivieron para contar lo sucedido. Colgados de
la parte trasera de un camión repartidor de gaseosas
huyeron del lugar de la tragedia Mantilla y Díaz, y
horas más tarde, lo hizo Salgado con la ayuda de los
periodistas del periódico Vanguardia Liberal.
Gracias a los testimonios de los sobrevivientes,
que duraron más de dos meses hospitalizados
recuperándose de las múltiples heridas, se supo que
quien dirigió los homicidios y se hizo pasar por
comandante de las Farc fue Alonso de Jesús Baquero,
alias “Vladimir”, dirigente del grupo paramilitar
Los Masetos, que operaba en el sur del Magdalena
Medio.
Sólo pasado el tiempo, los tres sobrevivientes se
percataron de que el líder paramilitar había sido
uno de los responsables de la masacre de los 19
comerciantes en Cimitarra en 1987, la misma que
investigaban aquel 18 de enero. Además porque los
victimarios robaron los documentos que llevaban
consigo los investigadores.
Aunque los perpetradores de los hechos dejaron
señales que evidenciaban que los responsables eran
las FARC, con los testimonios y las investigaciones
posteriores, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) pudo concluir que “los paramilitares
buscaban impedir que la Comisión Judicial
esclareciera varios hechos de violencia que habían
ocurrido en la región del Magdalena Medio en los dos
últimos años”.
La Corte Interamericana se pronuncia
En 1990, las familias de las personas asesinadas
y uno de los sobrevivientes, Salgado, impusieron una
demanda al Estado colombiano, la cual derivó en una
indemnización por daños y perjuicios. Sin embargo, a
raíz de una denuncia realizada por las familias de
los 19 comerciantes desaparecidos por los
paramilitares en el Magdalena Medio, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos se ocupó del caso
de La Rochela.
Después de las investigaciones correspondientes,
en 2005 la Corte Interamericana condenó al Estado
colombiano por esta matanza y no sólo lo obligó a
reparar a las víctimas sobrevivientes
y a las familias de los fallecidos, sino que
pidió reabrir investigaciones para castigar a los
autores materiales e intelectuales de la masacre. Se
han señalado como responsables, por acción u
omisión, a varios oficiales de las Fuerzas
Militares. (Descargar sentencia completa)
Según la Corte Interamericana, ese es el caso de
los generales retirados Farouk Yanine Díaz, Carlos
Julio Gil Colorado -ya fallecido-, Manuel Murillo,
Juan Salcedo Lora, José Alfonso Vacca Perilla
y el teniente Andrade -quien les prestó a los
paramilitares las armas, los vehículos y los
uniformes-, así como otros varios oficiales y
coroneles de menor rango.
En junio de 2009 fueron llamados a indagatoria
los generales Juan Salcedo Lora y Alfonso Vacca
Perilla y se dictará medida de aseguramiento en
contra de alias 'Ernesto Báez', lo que podría
complicar su situación en Justicia y Paz. (ver nota
completa)
Otros paramilitares presuntamente involucrados
son Iván Roberto Duque Gaviria alias “Ernesto Báez”,
Ricardo Antonio Ríos, Ramón Isaza Arango y José
Anselmo Martínez Bernal.
Además, Mantilla reflexiona que incluso los
mismos habitantes de La Rochela fueron quienes
avisaron a los paramilitares de la visita de la
Comisión Judicial.
“Del Estado colombiano he recibido una
indemnización gracias a la sentencia de la Corte.
Eso compensa el daño económico, pero jamás
compensará el dolor”, dice Mantilla. Como lo dijo la
Corte, el Estado pidió perdón a las víctimas a
través de un acta, entre 2005 y 2006 se hizo
un memorial de agravios en la Cancillería.
En la Fiscalía hoy existe una placa como homenaje
a las víctimas y este año con motivo de los 20
años de la tragedia, se pondrá una en San Gil,
Santander. Otra forma de indemnización es la
integración de los familiares de las víctimas a la
institución, cuenta Mario Salgado, hijo de uno de
los sobrevivientes, quien hoy trabaja en la Fiscalía
en Bogotá. Se sigue esperando la asistencia
psicológica y la institución debe asumir la
educación de los hijos de las víctimas.
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DESDE
CUALQUIER TELÉFONO CELULAR EN COLOMBIA
Puede marcar
165, 112, 123, para informar cualquier información de actos
delictivos. Puede hacerlo aunque su celular no tenga saldo, es gratuito.
¡Se un atalaya!
¿Qué es atalaya? Es el que vigila el mal y avisa cuando lo ve. Así
ya dijo el Señor en Ezequiel 33:6 que si por culpa del Atalaya, que
no avisa y ocurre el mal, Dios demandará su sangre. Satanás, que es padre
de toda mentira, que vino a matar, robar y destruir, amedrenta a los atalayas y
les dice "Sapos", delatores. ¡Que el Señor lo reprenda! ¡SE ATALAYA Y
AVISA DEL MAL! |
Doce funcionarios judiciales fueron asesinados en el
sitio conocido como La Rochela en 1989.
Foto: Semana
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Como si fuera ayer El problema para los sobrevivientes no
concluyó el día de la tragedia, “más bien a partir de ahí inició todo
para nosotros”, dice Mantilla, quien agrega que fueron víctimas de una
declarada persecución por parte de los paramilitares y de Vladimir en
particular. Éste fue capturado dos meses después de la masacre y pagó el
crimen en prisión hasta 2008 cuando salió libre. “Queda un fuerte
delirio de persecución. El año pasado, cuando salió libre Vladimir, casi
nos asilamos con mi familia, pero ahora el líder paramilitar está de
nuevo en prisión pagando un saldo de 12 años pendiente”, cuenta
Mantilla.
Una vez ocurrida la masacre, los tres sobrevivientes estuvieron
ocultos en un apartamento que les dio la Fiscalía, pero no paraban de
llegar sufragios y panfletos amenazantes. Más adelante, por su cuenta,
trasegaron de una casa a otra, como dice Mantilla, agotaron las de los
amigos y los familiares.
Los años han pasado, pero lo ocurrido ese 18 de enero quedo estático
en las psiquis, emociones y vidas de los sobrevivientes y los dolientes.
El impacto de la tragedia queda de por vida, como es el caso de Salgado,
quien como cuenta su hijo Mario, tiene un problema neurológico a raíz
del impacto emocional de los hechos y sufre de delirio de persecución.
Además, Lucy, esposa de Salgado señala que incluso hace un par de años
en una terapia psicológica salieron muchos traumas y dolores de todos
los miembros de su familia, a raíz de La Rochela.
Por su parte, Gilberto Morales, padre de Mariela, murió de pena moral
3 meses después del asesinato de su hija. Mantilla confiesa su
miedo: “no voy al campo de paseo con mi familia ni a una finca, por
nada. Yo siento mucho temor. Por mi trabajo tengo que ir a las zonas
rurales, pero nunca estoy tranquilo”.
Hoy Mantilla y Salgado viven en Bogotá, y Díaz optó por el exilio en
Canadá. Salgado nunca volvió a ser el mismo. Por cuenta de su labor
actual en el despacho de extinción de dominio de la Fiscalía, un
estudio registró que Mantilla experimenta un riesgo extraordinario,
pero, volviendo a La Rochela, en palabras de Mantilla, “lo único cierto
es que si hubiéramos muerto, el país creería que esa masacre la perpetró
el Frente XXIII de las FARC”.
* Mariela Morales Caro, 36 años, Jueza 4 de Instrucción Criminal de
San Gil; Pablo Antonio Beltrán, 40 años Juez 16 de Instrucción Criminal
de San Gil; Samuel Vargas, 44 años, Conductor del Cuerpo Técnico de
Policía Judicial de San Gil; Gabriel Enrique Vesga, 23 años, Miembro del
Cuerpo Técnico de Policía Judicial de San Gil; Cesar Augusto Morales, 28
años, Miembro del Cuerpo Técnico de Policía Judicial de San Gil; Yul
Germán Monroy, 28 años, Investigador del Cuerpo Técnico de Policía
Judicial de Bogotá; Carlos Fernando Castillo, 24 años, Secretario del
Cuerpo Técnico de Policía Judicial de Bogotá; Orlando Morales, 21 años,
Investigador del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial; Virgilio
Hernández, 59 años, Secretario del Cuerpo Técnico de Policía Judicial de
Bogotá; Benhur Iván Guasca, 24 años, Investigador del Cuerpo Técnico de
la Policía Judicial; Luis Orlando Hernández, 29 años, Investigador del
Cuerpo Técnico de Policía Judicial de Bogotá; Arnulfo Mejía, 24 años,
Conductor del Cuerpo Técnico de Policía Judicial de San Gil. |
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